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Vittorio El Barbudo
Guido Pagliarino
Nueva York, atardecer del 30 de marzo de 1972. Durante un banquete polГtico de las elecciones presidenciales estadounidenses, organizado por el candidato aspirante y senador Donald Montgomery, es asesinada con un arma de fuego una de sus seguidoras, una seГ±ora joven y rica, esposa del muy rico Peter White, una mujer persistente en el adulterio, que tuvo una relaciГіn en los aГ±os 50 con el italiano Vittorio D’Aiazzo, subinspector turinГ©s, y en 1969 con su amigo Ranieri Velli: un individuo misterioso aparece de repente en la puerta del comedor, despuГ©s de matar a un vigilante de seguridad que le obstruГa el paso, acaba con la mujer y huye desapareciendo. Del asesino, enmascarado en la parte superior de la cara, los convidados, entre ellos el propio Velli, solo pueden distinguir su aspecto robusto, su baja estatura y su gran barba grisГЎcea, rasgos caracterГsticos de Vittorio D’Aiazzo. Y ademГЎs en ese momento este no estГЎ en Italia, sino precisamente en Nueva York.
Publicado por primera vez en 2010 con GDS Edizioni y ya descatalogada, esta novela ha sido revisada y modificada en profundidad por el autor y su nueva redacciГіn la publica Tektime. Se basa en los personajes del subinspector Vittorio D’Aiazzo y su amigo Ranieri Velli, que ya aparecen en otras obras del autor. Se desarrolla en el aГ±o 1972, despuГ©s de la novela Il metro dell’amore tossico, ambientada en 1969 y la historia tiene en parte lugar en Nueva York y en parte en TurГn, como en los acontecimientos de la citada obra. En esta novela encontramos, ademГЎs de los dos personajes principales, diversos secundarios, entre ellos el interesado editor Mark Lines y el gГ©lido multimillonario Donald Montgomery, antes director del FBI y ahora miembro del Senado y candidato a la presidencia de Estados Unidos contra el presidente saliente M. N. Richard: La tarde del 30 de marzo de 1972, durante una cena electoral organizada por Montgomery, es asesinada con un arma de fuego una de sus seguidoras, una seГ±ora joven y rica, esposa del muy rico Peter White, una mujer persistente en el adulterio, que tuvo una relaciГіn en los aГ±os 50 con Vittorio y en 1969 con Ranieri: un individuo misterioso aparece de repente en la puerta del comedor, despuГ©s de matar a un vigilante de seguridad que le obstruГa el paso, acaba con la mujer y huye desapareciendo. Del asesino, enmascarado en la parte superior de la cara, los convidados, entre ellos Ranieri Velli, solo pueden distinguir su aspecto robusto, su baja estatura y su gran barba grisГЎcea, rasgos caracterГsticos del subinspector Vittorio D’Aiazzo. Y ademГЎs en ese momento no estГЎ en Italia, sino precisamente en Nueva York, junto con su novia, Marina Ferdi, viuda del difunto comisario Verdoni anterior segundo de Vittorio. Hay que aГ±adir que el nombre de D’Aiazzo estГЎ incluido en la lista de los invitados a la muy exclusiva cena. Salvo Ranieri Velli, que oculta su amistad, los testigos reconocen y seГ±alan como asesino al subcomisario, que es acusado de homicidio, junto a su acompaГ±ante, por el fiscal neoyorquino, amigo y partidario de Montgomery. Este Гєltimo desea demostrar que no se trata de un falso atentado contra su persona ideado por Г©l mismo, como insinГєa por el contrario con insistencia el presidente saliente Richard, en busca de publicidad electoral y que lamentable habГa terminado mal por un error de punterГa de quien disparГі. El fiscal del distrito estГЎ completamente decidido a conseguir la condena de Vittorio por presuntas razones pasionales, por odio a la mujer que le habГa abandonado en su momento. El subcomisario y su novia son extraditados a Nueva York para la instrucciГіn del juicio, que, como es sabido, en Estados Unidos se realiza en audiencia pГєblica, con jurado y juez. TodavГa estamos en los primeros compases de la novela. Varias de las pГЎginas siguientes presentan diversas fases de la vista. La joven abogada defensora de D’Aiazzo, Sarah Ford, defiende al principio un delito pasional por parte del marido, varias veces traicionado por la vГctima, Mr. White. En cuanto a Ranieri Velli, deseoso de ayudar a su amigo, pero incapaz de actuar en persona fuera de Italia, investiga por medio de la agencia de detectives privados Taylor & Taylor. TambiГ©n investigan informalmente dos colaboradores de Vittorio, los comisarios Aldo Moreno y Mauro Sermoni, tratando de demostrar la inocencia de su superior y encontrando en cierto momento en TurГn importantes indicios que, junto con los datos recogidos por Ranieri y la abogada, conducirГЎn a la soluciГіn.
Guido Pagliarino
Vittorio El Barbudo
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Guido Pagliarino
Vittorio el barbudo
Novela
TraducciГіn del italiano al espaГ±ol
de Mariano Bas
Guido Pagliarino
Vittorio el barbudo
Novela
TraducciГіn del italiano al espaГ±ol de Mariano Bas
В© del borrador de la primera redacciГіn 1998 Guido Pagliarino
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edición, solo en papel, copyright © GDS Edizioni 2010-2012 – Desde 2013 todos los derechos volvieron al autor
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ediciГіn, revisada en profundidad y cambiada y publicada solo en diversos formatos electrГіnicos, В© 2015 Guido Pagliarino
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ediciГіn, libro y diversos formatos electrГіnicos, distribuida por Tektime, Copyright, В© 2017 Guido Pagliarino, y por Amazon, Copyright В© 2019 Guido Pagliarino
La imagen de la portada de esta y todas las demГЎs ediciones ha sido realizada por el autor, copyright В© Guido Pagliarino
Los acontecimientos, personajes, nombres de personas, entes, empresas y sociedades y sus productos y servicios que aparecen en la obra son imaginarios y cualquier parecido con la realidad presente o pasada es casual e involuntario.
PRГ“LOGO DEL AUTOR
La novela se basa en los personajes del subinspector Vittorio D’Aiazzo y su amigo Ranieri Velli, que ya aparecen en otras obras del autor. Se desarrolla en el aГ±o 1972, despuГ©s de la novela Il metro dell’amore tossico, ambientada en 1969, y la historia tiene en parte lugar en Nueva York y en parte en TurГn, como en los acontecimientos de la citada obra. En esta novela volvemos a encontrar, ademГЎs de a los dos personajes principales, a diversos secundarios, entre ellos el interesado editor Mark Lines y el gГ©lido multimillonario Donald Montgomery, antes director del FBI y ahora miembro del Senado y candidato a la presidencia de Estados Unidos contra el presidente saliente M. N. Richard.
La tarde del 30 de marzo de 1972, durante un banquete electoral organizado por Montgomery, es asesinada con un arma de fuego una de sus seguidoras, una seГ±ora joven y rica, esposa del muy rico Peter White, una mujer persistente en el adulterio, que tuvo una relaciГіn en los aГ±os 50 con Vittorio y en 1969 con Ranieri: un individuo misterioso aparece de repente en la puerta del comedor, despuГ©s de matar a un vigilante de seguridad que le obstruГa el paso, acaba con la mujer y huye desapareciendo. Del asesino, enmascarado en la parte superior de la cara, los convidados, entre ellos Ranieri Velli, solo pueden distinguir su aspecto robusto, su baja estatura y su gran barba grisГЎcea, rasgos caracterГsticos del subinspector Vittorio D’Aiazzo, quien ademГЎs en ese momento no estГЎ en Italia, sino precisamente en Nueva York, junto con novia, Marina Ferdi, viuda del difunto comisario Verdoni, anterior segundo de Vittorio. Hay que aГ±adir que el nombre de D’Aiazzo estГЎ incluido en la lista de los invitados al muy exclusivo banquete. Salvo Ranieri Velli, que oculta su amistad, los testigos reconocen y seГ±alan como asesino al subcomisario, que es acusado de homicidio, junto a su acompaГ±ante, por el fiscal neoyorquino, amigo y partidario de Montgomery. Este Гєltimo desea demostrar que no se trata de un falso atentado contra su persona ideado por Г©l mismo, como insinГєa por el contrario con insistencia el presidente saliente Richard, en busca de rГ©ditos electorales, y que lamentablemente habГa terminado mal por un error de punterГa de quien disparГі. El fiscal del distrito estГЎ completamente decidido a conseguir la condena de Vittorio por presuntas razones pasionales, por odio a la mujer que le habГa abandonado en su momento. El subcomisario y su novia son extraditados a Nueva York para la instrucciГіn del juicio, que, como saben los lectores gracias a tantas pelГculas y telefilmes, en Estados Unidos se realiza en audiencia pГєblica, con jurado y juez. TodavГa estamos en los primeros compases de la novela. Varias de las pГЎginas siguientes presentan diversas fases de la vista. La joven abogada defensora de D’Aiazzo, Sarah Ford, defiende al principio un delito pasional por parte del marido varias veces traicionado de la vГctima, Mr. White. En cuanto a Ranieri Velli, deseoso de ayudar a su amigo, pero incapaz de actuar en persona fuera de Italia, investiga por medio de la agencia de detectives privados Taylor & Taylor. TambiГ©n investigan informalmente dos colaboradores de Vittorio, los comisarios Aldo Moreno y Mauro Sermoni, tratando de demostrar la inocencia de su superior y encontrando en cierto momento en TurГn importantes indicios que, junto con los datos recogidos por Ranieri y el abogado conducirГЎn a la soluciГіn del caso.
В В В В G.P.В
CAPГЌTULO I
Era el 30 de marzo y eran casi las siete de la tarde, hora de Nueva York. Pronto iba a empezar el banquete electoral del gobernador Montgomery y Mark Lines, mi editor en Estados Unidos, un hombre flaco de unos cincuenta aГ±os, de altura media y pelo espeso y entrecano, y yo estГЎbamos llegando al Hotel Wellington, cuya sala de conferencias se habГa adaptado para la ocasiГіn como lugar del convite.
Donald Montgomery, joven y ambicioso multimillonario encabezaba las elecciones primarias de su partido, que se llevaban a cabo desde enero, con el objetivo en las presidenciales de noviembre y tenГa grandes esperanzas de entrar en la Casa Blanca derrotando al actual presidente, M. N. Richard, que pretendГa presentarse para un segundo mandato.
Una vez que bajamos del taxi, despuГ©s de que, como era habitual en Г©l, me dejara la tarea de pagar, Mark me dijo:
–Nuestro amigo Donald espera vivamente que expreses algunas palabras de simpatГa, dado que te salvГі la ida en aquel caso tan feo.
HabГa esperado para lanzГЎrmelo hasta ese justo momento, mientras que esa maГ±ana, cuando estГЎbamos en su despacho para acordar las condiciones de la publicaciГіn de mi Гєltimo libro y la cesiГіn de los derechos cinematogrГЎficos respectivos, se habГa limitado a transmitirme su invitaciГіn al banquete. SabГa que Lines no era solo un amigo, sino uno de los grandes electores de Montgomery y no me sorprendiГі su solicitud, pero sГ que me contrariГі un poco. Aun asГ, aceptГ© porque era verdad que, en julio de 1969, el gobernador, entonces director del FBI en ese mismo estado de Nueva York que ahora gobernaba, me habГa salvado el pellejo, amenazado por un chalado criminal internacional: aunque no fue Г©l solo, sino junto a muchos agentes suyos y mi amigo Vittorio D’Aiazzo, subcomisario en TurГn, que, en aquellos dГas, estaba en misiГіn de servicio en Nueva York en busca de aquel loco.[1 - Se refiere a la novela del mismo autor, Il Metro dell'Amore Tossico (ya Il poeta e il committente), reeditada con profundos cambios por el autor en 2016, distribuido por Amazon el mismo aГ±o y en 2017 tambiГ©n por Tektime.]
En el salГіn del banquete habГa un vocerГo tal que, al entrar, me empezГі de inmediato uno de mis dolores de cabeza. Los invitados se quedaron callados cuando llegГі el gobernador, pero solo para ponerse en pie y tributarle un aplauso tan fragoroso que para mГ fue como una puГ±alada en el cerebro.
Entre los que se sentaban en nuestra mesa habГa dos actores de unos cuarenta aГ±os, Burt Cooper, famoso actor teatral dedicado algunas veces al cine, alto, delgado y de poco pelo, que mantenГa rapado, y Robert Avallone, llamado el toro por su extraordinaria musculatura, actor solo cinematogrГЎfico. No era casualidad que se sentaran con nosotros: en realidad, habГan interpretado una pelГcula basada en mi aventura estadounidense de hace tres aГ±os, Cooper en el papel del chalado que habГa tratado de matarme despuГ©s de torturarme y el toro interpretando a mi persona. Luego Avallone en solitario, siempre interpretando a mi persona, Ranieri Velli, escritor y periodista italiano y, en el pasado, policГa a las Гіrdenes de mi amigo D’Aiazzo, habГa sido el protagonista de una segunda y tercera pelГculas inspiradas en mis posteriores novelas, tambiГ©n autobiogrГЎficas en lo sustancial. No habГa ninguna semejanza fГsica entre nosotros: mientras que el actor llevaba barba, yo no, e incluso detesto los pelos sobre la cara hasta el punto de que, como mi amigo Vittorio llevaba barba, muchas veces le incitaba a que se la afeitara, aunque en vano. AdemГЎs, Avallone era moreno y yo rubio, llevaba el pelo muy largo, mientras que yo lo llevo cortГsimo y a capas y Г©l medГa un metro setenta y yo llego al uno noventa. Pero a Г©l le habГan elegido los productores porque, en aquel momento, era la estrella que atraГa mГЎs dinero a las taquillas. El cotilla de Mark, cuando nos sentamos en nuestro lugar, poco antes de que llegara el actor, al advertir la tarjeta sobre la mesa con su nombre, me contГі que Robert llevaba barba para ocultar una profunda cicatriz en el mentГіn inferida con una navaja cuando, todavГa siendo un adolescente, habГa sido un pandillero en el Bronx. TambiГ©n me indicГі que, cuando llegara, me fijara en los zapatos ortopГ©dicos especiales que llevaba para parecer ocho centГmetros mГЎs alto. Pero, mГЎs que Avallone, atrajo mi atenciГіn Burt Cooper, que no me parecГa que estuviera en absoluto tranquilo: habГa mirado a su alrededor varias veces, circunspecto, mientras llegaba a nuestra mesa y volviГі a repetirlo enseguida, con la mirada constantemente inquieta.
DespuГ©s de los entremeses, aunque no sentГa gran simpatГa por Montgomery, a quien, por lo que habГa conocido en el pasado, consideraba un frГo Robespierre, de nuevo invitado por Mark, aceptГ© levantarme y dirigirme al atril cercano a la mesa principal, donde se sentaba Montgomery con los suyos, para pronunciar unas palabras de estima y de agradecimiento hacia Г©l por haberme salvado la vida. Evidentemente, aprovechando la ocasiГіn, hablГ© tambiГ©n de mi novela de prГіxima publicaciГіn y de la pelГcula que la seguirГa. Al acabar, mientras se aplaudГa rutinariamente, volvГ de inmediato a la mesa, mientras Montgomery se levantaba e iba a su vez al atril: ahГ me agradeciГі mi estima y luego evocГі los detalles de aquel caso criminal, recalcando su participaciГіn. DespuГ©s de Г©l, se levantГі uno de sus colaboradores y, a su lado, subrayГі que en 1969 la intervenciГіn В«inteligente y sin considerar el peligroВ» del gobernador contra aquel chalado y famoso delincuente cosmopolita habГa sido esencial para la salvaciГіn de la naciГіn y la defensa de la democracia. En ese momento, el dolor de cabeza me habГa aumentado tanto que solo querГa irme a la cama, pues ademГЎs a la maГ±ana siguiente tenГa que volar a TurГn. Estaba a punto de decir a Mark que, aunque fuera de mala educaciГіn, me iba, cuando…
CAPГЌTULO II
Nos pusimos todos en pie con el sonido de los disparos y, en un momento, nos escondimos debajo de las mesas, incluido Donald В«despreciador del peligroВ» Montgomery.
El actor Burt Cooper, agachado delante de Mark y de mГ, temblaba visiblemente y seguГa girando la cabeza a izquierda y derecha y jadeando con fuerza con la boca semiabierta.
–¿Han apuntado hacia nuestra mesa? —preguntó luego con una voz apenas audible.
–No lo sГ© —le respondiГі su colega Robert Avallone, tumbado a su derecha y que, como Mark y yo, habГa conseguido mantener la sangre suficientemente frГa.
Los disparos procedГan de una de las cuatro entradas al salГіn, vigiladas cada una por un guardia en el exterior, pero abiertas: un hombre con una barba grisГЎcea y gafas negras, que apenas se habГa dejado entrever, vestido con un traje elegante, pero con un gorro de lana que desentonaba en la cabeza, que resultГі ser un pasamontaГ±as que se puso sobre la cara durante la fuga, y que llevaba ademГЎs unos muy visibles guantes blancos, huГa consiguiendo salir del hotel sin ser atrapado, gracias a la sorpresa: disparando al aire, consiguiГі vГa libre hasta la calle. En la fuga, tras el Гєltimo tiro, dejГі caer el arma descargada sobre la acera, sacando de inmediato otra pistola, apuntГі a la cabeza de un peatГіn, para que la escolta del gobernador que corrГa tras Г©l se detuviera. Luego parГі un automГіvil que pasaba Вїo tal vez era un cГіmplice? y, tras soltar al rehГ©n, se subiГі a este y desapareciГі, disparando desde la ventanilla algunos tiros al aire.
Fuera de la puerta desde la que habГan sonado los disparos, en el largo pasillo, estaba tendido en suelo, con un solo disparo en la cabeza, el guardia que tenГa la labor de custodiarla. Dentro, yacГa muerta en el suelo una bella mujer de unos treinta aГ±os a la que yo habГa conocido muy bien en su momento y que hasta entonces, en medio de toda esa gente, no habГa visto, una mujer que fue, muchos aГ±os antes la mujer de mi amigo Vittorio D’Aiazzo: en 1959, con menos de veinte aГ±os, le habГa abandonado por un estadounidense adinerado, se habГa divorciado y vuelto a casar con Г©l en Estados Unidos. Luego se habГa convertido en una viuda rica y, desde hacГa unos pocos meses, como supe por Mark, se habГa vuelto a casar con otro magnate, un tal Peter White, que no estaba presente en el banquete porque apoyaba al presidente Richard, mientras que ella era una ferviente seguidora de Montgomery.
Mucha veces, despuГ©s de que la abandonara, Vittorio me habГa hablado de В«BimbaВ», como solГa llamarla durante su matrimonio, que solo habГa durado un aГ±o, o de В«mi mujerВ», como todavГa la calificaba, dado que Г©l, catГіlico riguroso, al contrario que yo, que soy agnГіstico, continuaba considerГЎndose su marido: «¡El matrimonio en la iglesia es un sacramento y no se puede rescindir!В», me habГa dicho un par de veces. Ahora, era viudo.
CAPITOLO III
Los medios de comunicaciГіn dijeron estar convencidos de que la vГctima elegida habГa sido el gobernador Donald Montgomery y no la pobre seГ±ora White: «¡Como con Bob Kennedy, han apuntado mal!В» titulaba el periГіdico que habГa comprado en el aeropuerto. PensГ©: В«Una gran publicidad polГtica para Г©lВ». La Гєnica pregunta que los medios de comunicaciГіn se planteaban era: «¿Por quГ© el asesino se puso el pasamontaГ±as solo despuГ©s de haber disparado, al empezar a huir?В». SГ, Вїpor quГ©?
La noticia sin duda ya habrГa llegado a Italia, dada la notoriedad del joven candidato a la presidencia, tal vez con la fotografГa de la seГ±ora White y, en este caso, Vittorio podГa conocer ya su asesinato, a pesar del nuevo apellido de su difunta mujer. Si era asГ, quiГ©n sabe cГіmo habrГa acogido la noticia. ВїCon dolor? Sospechaba que todavГa estaba enamorado de Bimba, a pesar de su abandono, los quince aГ±os transcurridos desde la separaciГіn y una relaciГіn de diez aГ±os de mi amigo con otra mujer, que habГa durado hasta hace tres aГ±os. Durante el vuelo pensГ© que, despuГ©s de todo, la muerte de la mujer tal vez fuera para Vittorio una liberaciГіn, por cuanto habГa abierto la posibilidad de un eventual nuevo matrimonio religioso. Por otro lado, no me parecГa que tuviese una amiga despuГ©s de su Гєltima relaciГіn, que habГa durado hasta que su amante se habГa casado inesperadamente con otro.
Llegué al aeropuerto turinés de Caselle hacia la 3 de la madrugada. Me metà en la cama, pero, debido al jet lag y a haber dormido algunas horas en el avión, descansé poco. Hacia las ocho y media estaba ya vestido y listo para ponerme a trabajar, pero antes telefoneé a casa de mi amigo subinspector para saludarlo. Inesperadamente, me respondió una voz de mujer. «¿Es que Vittorio ha contratado una empleada de hogar?», me pregunté mientras esperaba que se pusiera al teléfono. En cuanto se puso, dije:
–Hola, acabo de volver de un viaje: ¿quieres quedar para vernos?
–Sà —me respondiГі D’Aiazzo con su fuerte acento napolitano y, como hacГa a menudo, intercalando algunas palabras de su dialecto—, me gustarГa mucho, hace toda una vida que no nos vemos. ВїDГіnde has estado?
–En Nueva York.
–En Nueva… ¡pero qué casualidad! ¡También nosotros estábamos en Nueva York! ¿Cuándo has vuelto?
–Ayer por la maГ±ana, en el vuelo de Alitalia que salГa a las diez.
–… y nosotros en el vuelo nocturno anterior: por poco no coincidimos en el mismo aviГіn, Ran. Escucha: Вїpor quГ© no vienes a cenar a nuestra casa esta tarde? ВїPuedes? —Estaba muy contento. Luego, como se dirigiera a otros—: Um… EstГЎ bien— y luego a mГ—: Escucha, Ran, hagamos otra cosa, te invitamos a nuestro restaurante habitual en Corso Palestro a las ocho y asГ te presento tambiГ©n a la persona que te ha contestado antes. ВїDe acuerdo?
Evidentemente, su amor no querГa cocinar para mГ.
–De acuerdo, nos vemos esta tarde a las ocho —le confirmé.
CAPITOLO IV
Se presentГі en el restaurante completamente solo.
Yo ya estaba sentado en la mesa. En cuando se sentГі, le pregunte:
–… Вїy la persona que tenГas que presentarme? Mira: hoy es primero de abril: Вїno serГЎ que…?
–¡No! ВЎNo es ninguna broma! Y menos de alguien como yo que ya tiene cincuenta y cinco aГ±os… No, a Marina la has escuchado al telГ©fono esta maГ±ana. Lo que pasa es que… tenГa migraГ±a. Pero te conocerГЎ encantada en nuestra casa, alguna otra tarde y entonces… bueno, vale, te digo la verdad, es que siempre quiere que todo estГ© dispuesto con mucha anticipaciГіn. TambiГ©n me gusta por esto: Marina es una mujer exactamente como yo, bueno… es decir, ella es femenina, pero… bueno, me has entendido, Вїno?
–… Вїy cohabitГЎis more uxorio? —preguntГ© maliciosamente con una sonrisita que recalcaba bien el more uxorio, al saber bien sus ideas sobre el matrimonio y el pecado de mi muy catГіlico amigo, pero ya habГa llegado el camarero para tomar nota de lo que pedГamos y Vittorio me hizo un gesto con la mano para que lo dejara para luego.
Cuando este se alejГі, me respondiГі:
–SГ, seГ±or, vivimos juntos, pero solo desde hace un par de dГas. Antes quisimos hacer un viaje de un par de semanas para conocernos mejor. Me tomГ© unas vacaciones y fuimos a Nueva York y sus alrededores, incluidas las cataratas del NiГЎgara, que son algo —pronunciГі sГlaba a sГlaba— ВЎim-pre-sio-nan-te! Las has visto, Вїno?
–En realidad, no.
Tampoco me escuchГі y continuГі entusiasta:
–A Marina la conocà en el funeral de su marido, pero luego la encontré en una circunstancia más feliz, hace unos dos meses… ¿sabes dónde?
–En una fiesta de disfraces —le respondà sonriendo.
–¿Cómo lo has sabido?
–Bueno, en realidad… era una ocurrencia.
–¡Ah! Pues fue precisamente en una fiesta de disfraces, la del carnaval de nuestro cГrculo… Caramba, ВїquГ© querГas insinuar con lo de В«disfrazВ»? ВїQuГ© habГa conocido a una fea? ВїO que el feo era yo?
–Pero hombre, era una ocurrencia tonta, sin mala intención.
Me tranquilizГі rГЎpidamente apretГЎndome la muГ±eca izquierda:
–Lo mГo tambiГ©n era una broma, Ran, ВїquГ© te creГas? ВїNo habrГЎs pensado que me iba a molestar por algo asГ?
–N… no. ¡Qué va!
En realidad, sГ: me vino a la cabeza una escena tremenda que Vittorio me habГa hecho tres aГ±os antes, aunque fue por razones bastante mГЎs serias.
Le preguntГ©:
–¿Cómo es Marina?
AbriГі de par en par la boca y los ojos y mirГі a lo alto durante un par de segundos, como extasiado por una visiГіn celestial y luego, tras recuperar una expresiГіn normal de contento, dijo:
–Mira, solo te digo que es exactamente mi tipo. Es un tesoro y me quiero casar con ella. Tiene poco mГЎs de cuarenta aГ±os y es la viuda del comisario jefe Verdoni, que el aГ±o pasado fue nombrado subinspector en Novara y, de tanta alegrГa, muriГі de un infarto.
No pude contener una carcajada.
Por el contrario, Г©l se entristeciГі:
–A propГіsito de los muertos… me entristece por mi mujer, pero serГa un embustero si dijera… En resumen, la decisiГіn de convivir con Marina podrГa convertirse en matrimonio, porque tГє sabes de la muerte de…
Me puse serio, incluso compungido:
–SГ, incluso fui testigo del homicidio.
–¡¿Qué me dices?!
–Estaba invitado al banquete de Montgomery.
–¡Ah!
–He incluso he visto al asesino por un momento.
–¡Ah! ¿Entonces tendrás que hacer de testigo?
–No lo sé, tal vez no, pues todos los presentes en la sala pudieron entrever al asesino, no me han dicho que también me vayan a citar.
–Entiendo. Aparte de esto, por una parte, me entristece realmente que estГ© muerta, aunque confieso que, por otra… bueno, ahora me puedo volver a casar por la iglesia, asГ que su muerte me entristece y… al tiempo no me entristece. ВїSerГЎ pecado? —Se apretaba nerviosamente la punta de su barba gris con el pulgar y el Гndice de la mano izquierda.
–No me lo preguntes a mГ, pregГєntaselo a tu confesor —le dije maliciosamente, como ese laico inoxidable que soy.
–Tienes razón —me respondió con toda seriedad.
–… y deberГas tambiГ©n confesar la cohabitaciГіn antes del matrimonio —le sugerГ todavГa con mГЎs malicia.
–SГ, sГ… ВЎvale! —Y empezГі a atacar una humeante pasta con judГas, que llevaba unos pocos segundos en la mesa.
CAPГЌTULO V
—Ran. ВЎme ha pasado algo de locos! —casi me gritГі al otro lado de la lГnea Vittorio sin saludarme—. Necesito tu declaraciГіn —Era el tercer dГa despuГ©s de la cena.
–¿Qué ha pasado? —me preocupé.
–¡No te lo vas a creer! ВЎA ese pedazo de idiota de Montgomery se le ha metido en la cabeza que fui yo quien asesinГі a Bimba! TodavГa se cree que dirige el FBI, ese sabihondo. ВїHas visto la televisiГіn? Lo has oГdo, Вїno?, que sus adversarios han hecho correr la voz de que habГa organizado un falso atentado para hacerse publicidad, un atentado que habrГa acabado involuntariamente en tragedia.
–… ¿y para exculparse te ha acusado?
–SГ, debido a la barba y a una carta anГіnima contra mГ que le han debido mandar, con la acusaciГіn de que yo odiaba a mi mujer y de que querГa matarla, ademГЎs del hecho, ВЎfigГєrate! de que yo estarГa en la lista de invitados al banquete. En resumen, ven conmigo a ver al juez instructor. EstГЎ a un paso de tu casa, en la calle Corte d’Appello: es el doctor Rossi, que te estГЎ esperando. Tu viste al verdadero asesino Вїverdad?
–Más o menos.
Estaba en medio de la redacciГіn de un artГculo para la tercera pГЎgina de mi periГіdico, la Gazzetta del Popolo, pero no podГa negarme:
–De acuerdo, me visto y estoy allà enseguida.
Donald Montgomery, que habГa conocido a Vittorio durante nuestra aventura americana, habГa reconocido precisamente a mi amigo como el barbudo asesino, aunque, como todos y como yo, como mГЎximo podГa haberlo atisbado. Sin duda habГan influido de manera importante la carta anГіnima y el nombre de D’Aiazzo entre los invitados al banquete. El gobernador se habГa dirigido a la fiscalГa del distrito de Nueva York, que a su vez habГa pedido la extradiciГіn de Vittorio. La culpa de esa acusaciГіn podГa haber sido tambiГ©n un poco mГa, como entendГ enseguida: en el libro sobre las vicisitudes vividas en Estados Unidos con mi amigo habГa hablado, aunque fura usando nombres falsos, de su mujer divorciada y del hecho de que estaba todavГa enamorado y celoso y esa afirmaciГіn se reflejaba tambiГ©n en la pelГcula que se habГa rodado.
Y, como siempre, yo, al testificar ante el juez Rossi, para defender a mi amigo habГa empeorado las cosas. Al conocer el presunto motivo, el homicidio pasional por odio a la vГctima a causa de los celos, dije sin pensar al investigador:
–No, doctor, es ridГculo suponer que el motivo fueran los celos y el odio, despuГ©s de tantos aГ±os. AdemГЎs, el subinspector estГЎ enamorado de otra mujer e incluso creo que estГЎ a punto de casarse con ella.
–¡Ah! —me dijo con un tono de satisfecha sorpresa el juez, un hombre bastante bajo de unos sesenta años, cierto sobrepeso, pelo gris mal peinado y vestido con una anodina chaqueta cruzada. De inmediato preguntó a mi amigo—: ¿Cómo se llama y dónde vive esa persona?
–¡Eeh! —exhalГі Vittorio—. Se llama Marina Ferdi, viuda de Verdoni. Vive… vivГa con una amiga despuГ©s de enviudar, pero… lleva unos dГas conmigo.
–Doctor D’Aiazzo —le apremiГі Rossi—, he visto una pelГcula que, como ha divulgado la publicidad, se basaba en una investigaciГіn suya, aunque su nombre en ella se habГa cambiado: resultaba que usted, como catГіlico, aГєn se consideraba marido de la vГctima. ВїEs realmente asГ? ВїY tenГa realmente la intenciГіn de casarse con la seГ±ora Ferdi? Le recuerdo que estГЎ bajo juramento.
–S… sà —Delante de Dios ese buen hombre que era Vittorio no era capaz de mentir.
–Escuche, señor juez —intervine inquieto—, me parece que solo estamos perdiendo el tiempo: yo vi al asesino y le aseguro que no se trataba del doctor D’Aiazzo.
–Ustedes dos son amigos, ¿verdad?
–¿Qué quiere decir?
–No digo que lo que ha dicho no sea para usted la verdad, pero la amistad puede nublar los sentidos.
No se equivocaba. No podГa excluir sin dudarlo que aquel barbudo visto malamente no fuera Г©l, pero… Вїmatar para volverse a casar? En serio: Вїpara no pecar por adulterio, cometer un pecado de homicidio? No, ni aunque lo hubiera visto:
–Estoy completamente seguro y, ademГЎs —mentГ—, el asesino era mГЎs delgado que el doctor D’Aiazzo.
–¿Estatura?
–Yo dirГa que… sobre un metro setenta y cinco —esto tambiГ©n me lo inventГ©. El asesino me habГa parecido por el contrario mucho menos alto, unos diez centГmetros menos: justo como Vittorio.
–La fiscalГa de Nueva York ya ha tomado declaraciГіn a los invitados al banquete residentes en la ciudad, a la espera de oГr a los demГЎs y les ha mostrado fotografГas del subinspector, tomadas de los archivos del FBI: las tomaron cuando indagaron en Estados Unidos, durante aquel caso famoso y esos testigos lo han reconocido.
–¡Pues vaya! Todos se metieron debajo de las mesas en una fracción de segundo, incluido Montgomery.
–¿También usted, señor Velli?
–S… sГ.
–Por tanto, al menos no puede excluir que se tratara del subinspector D’Aiazzo, ¿no es cierto?
–Bueno… de acuerdo, pero es verdad que no lo he reconocido.
–… ВЎpero todos los demГЎs, sГ! —exclamГі con sequedad el juez y luego se dirigiГі a Vittorio—: lo siento, pero tendrГ© que conceder la extradiciГіn para el proceso de instrucciГіn en Estados Unidos. Hay muchos indicios. La fiscalГa de Nueva York ha indagado y ha descubierto en el aeropuerto que usted saliГі de la ciudad para volver a Italia justamente el 30 de marzo, dГa de homicidio, con el vuelo de Alitalia de las diez y media, solo unas pocas horas despuГ©s del asesinato. ВїHa traГdo el pasaporte, como el pedГ por telГ©fono?
–Aquà está.
–Exacto, sello de entrada del 16 de marzo, sello de salida del 30 de marzo. De momento, le retiro el pasaporte.
–Perdone, seГ±or juez —no me pude contener—, pero Вїle parece que para no pecar delante de Dios como adГєltero habrГa pecado como asesino?
–Estamos en el campo de la ley humana, no de los mandamientos divinos.
–Me presentaré a declarar en Nueva York.
–EstГЎ en su derecho, seГ±or Velli. Es incluso su deber, porque sin duda tambiГ©n la citarГЎn —me respondiГі con sequedad, pero mirando a mi amigo y no a mГ—, aunque, doctor D’Aiazzo, no sГ© si le servirГЎ para algo, dado que todos los demГЎs lo han reconocido como el autor del delito. No puedo hacer nada en absoluto, Вїsabe? DeberГЎ ser extraditado a Estados Unidos. Entretanto, se le considera suspendido de su cargo y tendrГЎ que quedarse en casa: me fГo de usted y no lo envГo a la cГЎrcel por sus impecables antecedentes, pero quiero su palabra de que no va a intentar huir.
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notes
1
Se refiere a la novela del mismo autor, Il Metro dell'Amore Tossico (ya Il poeta e il committente), reeditada con profundos cambios por el autor en 2016, distribuido por Amazon el mismo aГ±o y en 2017 tambiГ©n por Tektime.
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